Calles desiertas, el pueblo dormita
perezosa transcurre la tarde.
Una dulce dama espera a su amado
de vuelta a su tierra, a su morada.
Radiante mirada, destellos dorados
reflejan sus ojos enamorados,
se asoma inquieta a su ventana
un gran regocijo enciende sonrisas.
El trote ligero del negro caballo
suaves caricias, leve pisada
el canto de grillos, orquesta divina
acoge alegre al peregrino.
El caballero buscando fortuna
dejó sus amores en larga espera.
Tras años de ausencia, solitario camino
regresa a su patria, detiene su marcha.
Argénteas canas adornan su pelo
pliegues ligeros surcan su rostro.
Un cofre repleto de sueños y glorias
monedas de oro su recompensa.
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